Un dulce de Semana Santa que mi madre hacía cuando era pequeña. Es un proceso laborioso en el que participábamos toda la familia.
Yo he adaptado la receta para hacerla más fácil. El resultado no es exactamente el mismo, pero están riquísimas.

250 g de harina de garbanzos
200 ml de agua aprox.
Azúcar
1 vaso de los de agua de aceite de oliva
1 vaso de los de agua de vino blanco
Harina.
Aceite
Azúcar y canela para rebozar

Añade agua a la harina de garbanzo hasta obtener una pasta densa pero maleable. Déjala reposar para q asiente. Si es necesario añade más agua.
Cuando tengas la textura adecuada, pesa la masa y añádele la mitad de su peso en azúcar. Calienta a fuego medio y remueve hasta que el azúcar se haya disuelto y esté completamente mezclado. Pon el almíbar en una fuente o bol y deja enfriar.
Mezcla el vino y la leche y añade harina hasta obtener una masa que no se enganche en los dedo y se deje trabajar.
Estira la masa y córtala con un vaso o un cortador de 5-6 cm.
Añade en el centro una centro una cucharadita de almíbar. Cierra.

Fríe en aceite abundante, bien caliente pero sin que humee.
Luego pásalas por azúcar y canela.
E voilà!
A degustarlas. Yo no puedo ni esperar a que se enfríen.